Como mencioné en la creación de esta bitácora, queridos, argonautas, su existencia se debe, entre otros factores, a la inspiración inadvertida por parte de Diego Londoño, el Fan Fatal. Estamos en un viaje. Todo apuntaba a que esta parada estaría dedicada a otro tema, pero, al terminar de leer uno de los libros de Diego, no pude evitarlo: tenía que escribir al respecto.
El pacto y la encomienda
A lo largo de los meses posteriores a la creación de esta bitácora, he mantenido un contacto esporádico pero cordial con Diego Londoño. En días recientes, dicho contacto se volvió más constante tras adquirir tres de los libros que ha escrito sobre Rodolfo Aicardi, Juanes y Andrés Calamaro. Ya antes había adquirido, también a través de Diego, Donde nacen las canciones. De paso, es un libro que les recomiendo, queridos argonautas, por sus cortas cápsulas sobre decenas de artistas colombianos, varios de ellos poco conocidos. Es un ejercicio interesante para quienes amamos la música y estamos en la búsqueda de nuevos tesoros.
En fin, según acordamos Diego y yo, un domingo pasé a recoger en la portería de su lugar de residencia los tres libros pactados. Todos firmados y con dedicatorias: un detalle invaluable. Días antes de concretar la compra, fui sincero con Diego: aunque esos artistas no estaban entre mis favoritos, sentía suficiente curiosidad como lector ávido de biografías de artistas musicales para adentrarme en sus libros. Me aseguró que, aunque no fueran de mis artistas predilectos, las historias allí plasmadas me llegarían.
Testigo no presencial de una investigación
Sin pensarlo mucho, decidí comenzar por Brutal Honestidad, un libro sobre la vida de Andrés Calamaro. Fueron 246 páginas leídas en un periodo de cuatro días. Inicié la lectura la noche del martes, bajo la luz tenue pero suficiente de una lámpara de mesa, cuidando de no perturbar el sueño de mi esposa. Al día siguiente, miércoles, me desperté y tomé el libro: leí buena parte de la mañana, luego en la tarde otro tanto, y también en la noche.
En la mañana del jueves me desperté, tomé el libro de nuevo y le dediqué su buen tiempo; llegó la tarde y repetí el mismo ritual. Sin embargo, en la noche no pude continuar más: quería, pero mis ojos protestaron con un leve dolor. Creo que es la presbicia pidiendo un respiro. Finalmente, el viernes me desperté y me dispuse a finalizar la tarea que no pude concretar la noche anterior.
Escribo estas palabras así, en caliente, contando con el beneficio de estar en vacaciones y con el tiempo para poder escribir esta reseña —si es que se le puede llamar así—, a la cual llego más de mil días tarde, es decir, poco más de tres años después de su publicación.
Diego advierte desde un principio: “Este libro no pretende ser una biografía oficial; es una obra literaria basada en un trabajo periodístico que recrea la historia de Andrés Calamaro a través de la voz, las anécdotas y la vida de sus personas más cercanas”.
El arte, en cualquiera de sus manifestaciones —como lo es en este caso la literatura—, implica conexiones que se relacionan con las individualidades de cada ser. Con este libro conecté. Vi cómo Diego unía de manera simbiótica su vida y su pasión por la música con el ejercicio periodístico que devino en Brutal Honestidad. Encontré conexión con todas las paradas que he escrito hasta el momento para esta bitácora: procuro escribir sobre la música desde mis experiencias en la vida.
Brutal Honestidad es de fácil lectura en la medida en que no cuenta con capítulos atiborrados de palabras; son casi 50 en total. A medida que leía, me vi investigando. No tenía ni idea, por ejemplo, de quién era Bebe Contemponi, quien realiza el prólogo del libro y termina siendo el personaje final del mismo, desvelándose como el último Fan Fatal y amigo de Calamaro a lo largo de los altos y bajos de su vida. No sabía que Calamaro tenía un hermano también músico, Javier Calamaro. Descubrí que Ariel Rot, con quien fundó Los Rodríguez en España, no era español, sino un argentino exiliado durante la dictadura de Videla, y que, a su vez, resultó ser hermano de Cecilia Roth, actriz y eterna musa de Fito Páez. Incluso aprendí que en Argentina a los lapiceros les dicen “biromes”. De todo se aprende al leer.
Me di a la tarea de poner canciones de fondo que nunca había escuchado de Andrés Calamaro. Busqué en Google fotos de sus otros amigos para ponerle rostros a las palabras que describían a estos a lo largo del libro. Como fanático casual, terminé apreciando más a Calamaro, especialmente su labor como músico, como creador, como una persona amante de su quehacer, más por pasión que por dinero.
Apreciaciones de un fan de El Fan Fatal
La advertencia inicial de Diego no se cumple al 100% durante todo el libro. Sí, el libro trata sobre Calamaro y cómo lo ven sus amigos, pero todo esto lo logró Diego —autodenominado “detective”, uno calamaresco y bien paisa— tras un mes inmerso en las calles de Buenos Aires, buscando impregnarse por cada poro de cada palabra, cada imagen, cada comida, cada trago experimentado para inspirarse en la creación del que, hasta ese momento, era el libro de su vida.
En esa medida, es inevitable que Diego, también narrador en primera persona, termine convirtiéndose en uno de los personajes principales del libro. Desde la génesis del proyecto se veía venir: Calamaro —quien estaba de gira por España durante el viaje de Diego a Buenos Aires—, como él mismo le advirtió, le entregó con anticipación las llaves de su vida. Lo conectó con las personas más importantes en su existencia, le indicó qué lugares visitar y, en otras palabras, le dio la hoja de ruta para contar su vida. Es inevitable ponerse en los zapatos de Diego, abrazado por la emoción de cada objetivo, cada entrevista, cada dato recabado en su labor detectivesca.
A lo largo del libro existen dos momentos, uno onírico y otro de imaginación desbordada, donde la realidad se funde con la ficción. No lo niego, en un principio me descolocaron. Tuve que devolverme y leer de nuevo para confirmar mis aprehensiones. Pero luego comprendí: este libro es como una película, no solamente la de Calamaro, sino sobre las aventuras de un Fan Fatal, en las cuales terminas navegando por otras historias inspiradas en la realidad que lo permea. Son licencias poéticas justificadas dentro del ejercicio literario propuesto.
Brutal Honestidad concluye con el fin del viaje de Diego en Buenos Aires, dejando la sensación de que hay más por explorar. Deben haber más migas de pan calamarescas esparcidas entre Argentina y España listas para dar forma a una nueva aventura detectivesca.
Apunte final
Querido argonauta, si eres un fan desprevenido, este libro puede ser una moneda al aire. O te gusta o no es para ti. Si superas las expectativas tradicionales de una biografía cronológica, con datos precisos, y te permites disfrutarlo como un ejercicio literario, encontrarás un valioso tesoro en este libro. Sin embargo, mejor aún, si no eres un fanático o no tienes idea de quién es Andrés Calamaro, encontrarás en este libro una lectura amena y fluida que te terminará atrapando.
Diego, gracias por tus libros. Este capitán te seguirá acompañando en este viaje literario.
PD: Queridos argonautas, si desean adquirir cualquiera de los libros de Diego, lo pueden hacer a través de su página web. Así lo apoyamos directamente a él y evitamos la intermediación de las librerías.
Al final del libro se encuentra esta curiosa inscripción:
De las cosas que más me gustan de este viaje es que me manda estrellas rutilantes como la anterior que me indican las paradas a seguir.
Cómo siempre, nos envuelves con el contenido!!! Que nota de parada la de hoy. Me dieron ganas de leerme el libro!
Es una lectura muy entretenida, de eso no cabe duda.
La producción musical de Calamaro “Honestidad Brutal” 1999, marco un hito en mi.linea de vida, por ende esta parada extiende la.curiosidad por escrudiñar la lectura recomendada ( además pega doble por el parsero de las montañas de mi tierra – Juanes-) osea que Capitan ArGo, otra vez diste en.la Diana del.placer por leerte y repercutir en la.maquina del tiempo. Gracias mano.
Si te gusta Calamaro y la literatura, este libro es para vos.