
Argonautas, piensen en aquellos álbumes que les encantaron la primer a vez que los escucharon. No creo que sean muchos. ¿Qué posibilidades hay de que en esa lista se encuentre uno de música para niños ustedes ya siendo adultos? A este capitán le sucedió con Tiburockcito Filarmónico. Ya lo he mencionado en otras paradas: esta bitácora se debe a un cúmulo de acontecimientos que desembocaron en su creación, pero uno fundamental es la primera vez que escuché el álbum en cuestión de la banda Tu Rockcito.
Un álbum nuevo y un prejuicio
Lunes 2 de agosto de 2024. 5:15 a. m. Dentro de las novedades en Spotify en mi celular me encuentro que Tu Rockcito ha lanzado su nuevo álbum de doce canciones, Tiburockcito Filarmónico. Puse a sonar unos pocos segundos en mi celular, pero detuve la reproducción, el afán de la madrugada no me permitía prestarle la atención adecuada.
Confieso que no deposité grandes expectaciones, pues la banda ya no contaba con uno de sus miembros principales originales, Daniel Cadena, quien, se suponía, aportaba el rock a Tu Rockcito. Ahora todo el peso recaía sobre Paula Ríos, su líder incansable. Aun así, atraía el hecho de ser un álbum de estudio de la mano de la Orquesta Filarmónica de Medellín. Ya era evidente el alcance de lo que se podría lograr luego del álbum en vivo de 2021, Tu Rockcito Filarmónico, que grabaron en vivo con su colaboración, y por el cual se harían acreedores al Mejor Álbum de Música Infantil por parte de los Grammy Latinos ese mismo año.
Pista por pista un álbum emblemático se avista
6:20 a.m. Partimos en nuestro carro a tomar nuestra rutina diaria: dejar a nuestra hija en el colegio, luego a mi esposa en su oficina y, finalmente, dirigirme a la mía. Un minuto después, puse a sonar el álbum.
La primera canción, Tiburón Blanco Yo Soy, te da una pequeña cachetada, de esas que sirven para sacudirte y hacerte despertar con el fin de prestar atención a todo el álbum. El intro, un bajo galopante, anticipaba que algo épico se vendría; me llevó a pensar inmediatamente en la banda Queen, particularmente en su canción Keep Yourself Alive. Era más que un presagio. No defraudó. Un ritmo imponente, tal cual de tiburón blanco, entra a continuación, acompañado de arreglos de la orquesta filarmónica.
No soy de fijarme mucho en las letras en un principio, me dejo llevar primero por la música. Sin embargo, resulté prestándole atención a éstas. «Las películas de cine mi prestigio arruinaron», una frase lapidaria daba cuenta de que la intención de la canción era reivindicar el gran tiburón blanco a través de datos pocos conocidos adicionales; luego el coro final: «¡Carcharodon carcharias!», el nombre científico del tiburón mencionado, repetido una y otra vez como un grito de guerra, logra como objetivo nunca olvidarnos de dicho nombre. Todo se resumía así: nos están educando, es decir, no sólo a los niños sino a los adultos. Miré a mi esposa por el retrovisor y dije: «Espectacular».
Seguí conduciendo, alerta al trayecto, sí, pero escuchaba con atención el álbum. Mi esposa y mi hija igual.
A continuación, Tiburón Toro Torito. Se deja ver la fusión tropical que atravesará todo el álbum con un chandé mezclado con rock, de nuevo brindándonos datos sobre el tiburón en cuestión. Mis mujeres comenzaron a corroborar en internet la información incesante que recibían. Lo mismo sucedió con el resto de las canciones.
Tercer corte, Megalodón Megalorock, que realiza reconocimiento a Catalina Pimiento, científica Colombia líder en investigaciones relacionadas con este animal extinto. Una canción muy hard rock, reminiscente del aquel de los años 70. Como buen amante del rock, mi emoción creció.
Cuarto tema, No Puedo Parar, muy Funky, muy disco, habla sobre cómo los tiburones no pueden quedarse quietos sino, tal cual, se mueren. Esta canción luego estuvo, persistente, dando vueltas en mi cuando andaba con la euforia y la adrenalina a tope trayendo a la vida esta bitácora.
Quinto tema, Competencia Tiburón. El ritmo de la canción, muy acorde la palabra que repite constante dentro del coro «¡Velocidaaaad, velocidaaaad!», trajo a mi mente a la banda británica Deep Purple de inmediato con su canción Highway Star. Habla sobre mako, uno de los tiburones, si no, el más veloz de todos. Esta canción te pone a moverte del mano de su potente riff acompañado de los arreglos orquestales. Que lo diga nuestra niña durante una de sus escuchas posteriores del álbum:
Sexto tema, Ahí Viene (Tiburón Martillo). Aires caribeños para hablar de este animal. A bailar se dijo.
Séptimo tema, Musola Pintada. Ha pasado casi media hora, nos encontramos cerca del colegio. Nuestra niña se encuentra atrás realizando contorsiones a la par de las instrucciones que Paula dicta con su canto al ritmo del reggae, en tanto mi esposa busca en la celular información el tiburón que inspira el tema y su particular flexibilidad.
6:50 a. m. Llegamos al colegio, nuestra hija se baja del carro, no puede escuchar el resto de las canciones. Pero vendrán incontables oportunidades para ponerse al día y enamorarse del álbum.
Octavo tema, Escualogato. «Le apodan nodriza y él se muere de la risa», dice el coro. Canción pegajosa. A mover las caderas de nuevo mientras nos educan.
Noveno tema, Quijote del Mar (Tiburón Linterna Enano). La intensidad baja. Una balada en la que Paula deja volar su imaginación sobre cómo el tiburón más pequeño del mundo, el tiburón linterna enano, busca a su Dulcinea en la oscuridad de las profundidades del mar.
Décimo tema, Tiburón Ballena. Una canción majestuosa, como el protagonista de la canción. Los suaves vaivenes de las melodías a lo largo de la canción dan cuenta a su vez los suaves movimientos de este pez, el más grande del mundo. Simplemente, hermosa.
Undécimo tema, El Espeluque (Despeluque Tiburón). Una champeta rockera. Invita a eso, a despelucarnos y a mover la cadera de nuevo con un ritmo caribeño. El favorito de mi esposa.
Agua Que Viene Del Río, cierra el álbum. Es la única que no menciona tiburones, pero sí el agua, el mar. Es una plegaria a nuestro líquido vital, una canción hermosa, con aires andinos.
Tiburoneos resonantes
En caliente, esa misma mañana, le transmití a Paula todas las sensaciones vividas: el cómo este álbum tenía que ser algo inédito en Colombia (quizá en el mundo): ¿una ópera rock, un álbum conceptual para niños?; el cómo el primer corte, Tiburón Blanco Soy, entra rompiendo esquemas… «¿Una canción para niños de 5:30 minutos?», inquirí. «La embarré», me responde ella de manera jocosa. De por sí, toda la duración del álbum es atípica para ser uno dedicado a niños, más de cincuenta minutos. Le aseguré que, aun con una sola escucha, se convertía desde ese momento en mi álbum favorito de la banda y vaticiné que así lo sería para mi niña y mi esposa (no me equivoqué). Fui enfático en cómo nos encantaba el hecho que también nos estuviera educando a los adultos a través de la música. En resumidas cuentas, este álbum no fallaba, y con creces, en atraparnos a los adultos, como nos tenía acostumbrados la banda, solo que esta vez la sensación era más penetrante.
Le narré un poco la experiencia, las reacciones a medida que escuchábamos el álbum en el carro. Fui fanático intenso, uno, pero con honestidad, no con lambonería premeditada. «¿Y cómo sonaba en el carro?», preguntó Paula. Mi respuesta, bien paisa y sincera fue: «¡Una nota!»
Dentro del fervor de la conversación le predije: «Te vas a volver a ganar el Grammy». El tiempo dirá. Igual, no lo necesita para validar la calidad y el impacto del álbum.
En la misma conversación me enteré de que, como cereza en el pastel, el álbum estaba siendo lanzado a la par con el libro Tiburones: Una Travesía Submarina, que escribió junto con los biólogos de la Universidad de los Andes Carlos Guarnizo y Mireya Osorio, que además cuenta con hermosas ilustraciones de Ana Ospina.

Pude percibir que mis palabras lograron tocar fibras en ella. De igual manera, con el tiempo comprendí que eran las primeras reacciones que recibía esa mañana luego de lanzar el álbum, que, además, eran unas sinceras y positivas, que, quizá, le proveían el aliciente suficiente para alivianar ese peso de por primera vez ser la cabeza total en la música, la producción y la ejecución de la banda. Las dudas sobre si había logrado un producto de calidad no tenían cabida: ella es Tu Rockcito.
Dentro de sus sentimientos compartidos, me expresó que lo importante para ella era que fuera «una persona que le sirva al mundo. Descubrí —continuó—que mi voz y mi proyecto pueden servir para propósitos más grandes que uno mismo. Pensar en el mar, en los tiburones, pensar que somos como extraterrestres en este planeta y desconocemos cómo funciona, que cada pieza es fundamental… Nunca había mirado los tiburones y estoy tan sorprendida y conmovida con ellos. Cada paso se dio con un amor, también con una actitud tan genuina, como de estar haciendo todo por primera vez.»
Esa es Paula: apasionada por su arte, que busca cada día nuevos caminos y retos. Esa es Paula: la que un lapso de apenas diez meses gestó, el, como ella lo llama, su álbum mimado y, además, un libro, su tercero para niños. Esa es Paula: la que, como alguna vez me confesó, busca ser una influencia positiva en las niñas como nuestra hija. Propósito logrado.
Post Data
Argonauta, si eres padre de familia, hazte el favor de poner tus manos sobre el libro Tiburones: Una Travesía Submarina, el cual, además, incluye cancionero y código QR con el álbum Tiburockcito Filarmónico. Aquí puedes conseguirlo. Si no eres padre, pero igual aprecias la buena música, la invitación se sostiene. No me canso de afirmarlo, Tu Rockcito no es sólo una banda para niños, es una banda de música excelsa con la capacidad de enganchar a cualquier persona.
Acá tienen el álbum completo en Spotify: