Descubriendo a Supergrass: De un TV a una tienda de discos

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Nuestra memoria se fragmenta con el paso del tiempo para dar cabida a nuevos recuerdos. Algunos se pierden o se ocultan en ese estado de fragmentación; sin embargo, otros permanecen debido a su importancia en nuestra línea de vida, particularmente aquellos marcados por el trauma o la extrema felicidad. Aunque algunos detalles se vuelven difusos, las sensaciones del recuerdo vivido permanecen latentes. Este es uno de esos: el momento en que descubrí a la banda inglesa Supergrass.

Preludio de un hallazgo

Medellín. Mayo de 1997. Tres meses antes, en enero, me había mudado a vivir con mis abuelos maternos. Me encontraba en el primer semestre de mis estudios de Lenguas Modernas en la U.P.B. Apenas me acostumbraba a los ruidos y avatares de una ciudad en la que nací, pero en la que nunca había vivido antes.

Una tarde, me encontraba realizando algún trabajo escrito para la universidad con el televisor de fondo sintonizado en MTV2. Amaba ese canal porque transmitían videos de canciones de artistas nuevos que no conocía y que no sonaban en Colombia. Fue mi primera probada de lo que se vendría años después con la Internet, cuando me invadió la adrenalina, la curiosidad por buscar vellocinos de oro musicales escondidos por doquier, de ahora y de antes; una adrenalina que mantengo aún hoy en día. No me podía desprender de la música, ni siquiera para esas labores que requerían concentración como redactar un ensayo. O ponía la radio o ponía MTV2 de fondo. Sin música no me concentro.

En medio de dicha concentración comenzó a sonar de repente la melodía de una canción que se anunciaba a través de unos acordes silenciados de guitarra eléctrica, de esos con los que el guitarrista toca sus cuerdas y luego las silencia con su palma. Se desató entonces el ataque con un riff de acordes de poder con un ritmo pesado y marcado, acentuado por el ritmo de la batería en el tom de piso y el bajo siguiendo el compás con la guitarra. “¡¡¡Uuuuh!!!”, se escuchó luego ese grito rockanrolero del vocalista que terminó por forzarme a suspender mi labor y levantarme de inmediato de mi escritorio.

Me puse frente al televisor a prestar atención al video y a la canción. Fue de esas canciones que entran como un golpe en el estómago, como un knockout, que no te dejan respirar, simplemente tratas de asimilar en esos segundos qué golpeó tu cerebro, tus oídos, tu existencia. No quería que terminara, pero también esperaba con ansias a que así fuera para poder prestar atención a los créditos que ponen al final del video: título de la canción, banda, álbum, año, sello discográfico. Estaba preparado con un lapicero y un papel para anotarlos:

Supergrass
Richard III
In It for the Money
1997
Parlophone

Video “Richard III”. Supergrass. 1997

Temblé de la ansiedad. No quería dejar pasar por alto ningún dato antes de que desapareciera de la pantalla. Pude anotar todo. ¿Qué iba a hacer ahora con esa información? Fácil: tomé el directorio telefónico —sí, ese libro arcaico de páginas amarillas y grises donde virtualmente podrías encontrar los teléfonos de lo que fuera que necesitaras; en el que, si no estabas ahí, no existías—, y, en plena época de auge de los CD, comencé a llamar a todos los almacenes de discos de la ciudad con la esperanza de que alguno lo tuviera disponible. ¿Cuáles eran las posibilidades de encontrar un CD de una banda cuyo nombre no me sabía y que no sonaba en la radio de Colombia? De antemano pensaba: “No lo voy a conseguir. ¿Qué almacén se va a atrever a invertir en algo que no conoce?” Pero no debía hacer caso a los supuestos.

La cacería

Caía la tarde, el tiempo corría. Miraba el reloj, pero cada almacén al que llamaba respondía: “No, no lo tenemos” o “¿Quién?”. Hasta que me comuniqué con el almacén Compacts & Videos, a su sucursal en el Centro Comercial San Diego. Atendió el teléfono una mujer: “Sí, lo tenemos”. Ella no dudó en responder, no tuve que esperar a que mirara o preguntara a alguien más si lo tenía. Ella sabía de lo que hablaba. Yo había encontrado quien sí tenía el tesoro que llevaba buscando por varios minutos. La emoción me abordó, entonces le supliqué que me lo guardara, que no se lo vendiera a nadie, que en ese instante me pondría en camino, que no me demoraba. Ella accedió, pero no confié en su respuesta. Busqué apurado el dinero de mis ahorros, entre la ropa de mi clóset, les avisé a mis abuelos hacia dónde me dirigía y corrí a tomar un bus.

El trayecto se me hizo eterno, cada parada a recoger o dejar pasajeros era una gota más de sudor de ansiedad que derramaba; los semáforos, el tráfico. El bus no lograba ir lo suficientemente rápido. El riff de guitarra de “Richard III” se repetía en mi cabeza en un bucle infinito. El temor principal que me atormentaba era que alguien más en la ciudad, como yo, por esas casualidades del destino, hubiera estado viendo MTV2 en el mismo momento y también estuviera atravesando la misma experiencia que yo, impactado por un rayo rockero de una banda sobre la cual no tenía idea. Me sentía en una carrera. Tenía que llegar yo primero. Yo me lo merecía: había puesto más empeño que nadie en encontrar ese vellocino de oro.

Luego de unos 30 infinitos minutos pude llegar hasta el almacén. La misma mujer que me atendió por teléfono me entregó el CD cual premio por una gesta que no cualquier muchachito de casi 18 años estaba dispuesto a asumir. Pagué por mi botín. Felicidad.

Cuando me disponía a marcharme, la señora me ofreció: “¿Por qué no se lleva éste?”, mostrándome otro álbum de la banda, I Should Coco. Lo tomé y lo ojeé por unos segundos. Atrás decía el año de publicación, 1995. Yo, que no conocía a la banda, tenía como único mi objetivo el obtener el álbum donde se encontraba “Richard III”, que seguía, recalcitrante, en mi cabeza. “No, gracias. De pronto después”, contesté. “Se lo dejo baratico”, me insistió ella. Dudé, pero, igual, no accedí y me marché, pues no llevaba el dinero suficiente.

Epílogo

In It for the Money entró en mi lista de la época dorada de los álbumes en formato físico que se caracterizaban porque los comprábamos, literalmente, por una canción (o, quizá, dos). Los adquiríamos también con la anticipación de descubrir qué otras sorpresas nos aguardaban. O también con el sentimiento precoz de conformarnos solo con esa canción en caso de que el resto no nos atrapara. A pesar de que sentí un poco de decepción porque no traía las letras de las canciones, el álbum contenía otros temas que hoy, 27 años después, siguen haciendo parte de mis listas: Late in the Day, Tonight, Sun Hits the Sky, entre otras. Amo este álbum.

No supe más de Supergrass, ni por la radio, ni por la TV, no los volví a ver en las tiendas de discos. Sin embargo, la Internet llegó y, como tantas cosas más, todo cambió. El capitán de este barco cazatesoros había hallado su herramienta elemental para cazar sus vellocinos de oro allá por el año 2001. Una de las primeras bandas que vino a mi cabeza fue Supergrass, y a descargar canciones por Napster se dijo. La más popular de la banda en aquel momento en dicha aplicación era “Mary”. Me enamoré de nuevo; esta vez, la canción no comenzaba con una guitarra distorsionada, en cambio, iniciaba con un meloso acorde de un piano Fender Rhodes, que me enganchó desde un principio.

Video “Mary”. Supergrass. 1999

Luego entendí que en Colombia sí los conocíamos gracias a “Alright”, que fue usada en un comercial de Renault, incluida en el ya mencionado I Should Coco; es una de esas canciones que muchos distinguimos, pero que no tenemos idea de quién las canta. La magia de la publicidad. También comprendí dos cosas sobre ese momento de éxtasis en 1997: una, el álbum que me ofrecieron era el debut de la banda; dos, la insistencia para que me lo llevara probablemente no se debía a la idea ingenua de que yo le había agradado a la vendedora; simplemente, era un artículo que llevaba dos años guardado en su inventario y nadie se lo llevaba. No haber regresado a comprarlo hace parte de esos pequeños arrepentimientos que nos aquejan con los años cuando recapitulamos acciones pasadas.

Video “Alright”. Supergrass. 1994

A juicio propio —esta sea quizá una opinión impopular—, Supergrass debería recibir el mismo reconocimiento o mayor que otras bandas británicas contemporáneas como Oasis o Blur, parte del movimiento Britpop, caracterizado por influencias de la música principalmente de los años 60. En otras palabras, a diferencia de Europa, en las Américas no son tan conocidos.

Han pasado más de 31 años desde la formación de la banda entre pausas que parecieron un alto definitivo. El año entrante, 2025, se reunirán de nuevo para realizar una gira de conciertos en el Reino Unido celebrando los 30 años de I Should Coco, interpretándolo en su totalidad. Quizá hagan lo mismo con In It For The Money, en 2027, ojalá por azares del destino pudiera presenciarlo.

Ahora es un buen momento para volver a visitar estos viejos amigos.

Bonus tracks

*El 3 de septiembre de 2022, mientras apreciaba el concierto tributo para el fallecido baterista de Foo Fighters, Taylor Hawkins, en el Estadio de Wembley, me sorprendí al ver a Supergrass presentándose, más cuando se supone que se habían separado. Resulta que se habían reunido a en 2019 con intenciones de realizar giras en 2020, pero la COVID-19 atacó y truncó esos planes. Aquella presentación marcó el final de aquella accidentada reunión. De otro lado, después me enteré del porqué ellos participaron: eran una de las bandas favoritas del baterista.

“Alright”. Supergrass. Concierto Tributo a Taylor Hawkins. 2022

*No quería dejar de compartir este video tampoco, muy creativo y novedoso por demás. A mi hija le encanta. Mientras preparaba el contenido de esta parada, puse este video y ella se emocionó mucho, pues hacía mucho tiempo no lo veía. Es inevitable que a ella también se impregne lo que me apasiona. Tanto, que en estos días no se saca a “Mary” de la cabeza.

“Pumping On Your Stereo”. Supergrass. 1999

*Como he procurado en otras entradas, acá les comparto mi lista de Spotify. Esta banda es magistral.

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Mao MosGa
Mao MosGa
2 meses atrás

Oh Capitán, mi capitán ( célebre frase de una película asociada a poetas)

Y es que existen diferentes tipos de poesía, no? Podría osarme en decir que ArGo tiene el mismo efecto sutil de un verso que apasiona, pues sin pedir permiso entra en al mente y me deja pasear por el pasado sintiendo incluso el movimiento del cabello (que ya no tengo) cuando sigo el ritmo de la cancion con mi cabeza up-down que nos presenta hoy.

Es más, me tocó cerrar la ventana del bus donde el viajaba a comprar el CD pues me dió frío y le grité al conductor que se moviera. Je je j eeeeee

Gracias mano por traer creatividad y recuerdos a mi presente

Tatiana Zapata
Tatiana Zapata
2 meses atrás

Me siento envuelta en una oleada de emoción al leer cada una de las historias que acá públicas. La pasión y el entusiasmo que emana de cada línea es contagioso, y me transporta a un mundo de recuerdos (tuyos) y sentimientos compartidos, porque haces que lo sintamos.

La música, y especialmente el rock, se convierte en una conexión profunda que trasciende las generaciones y lo confirmo cuando veo a la niña cantando ese rock viejito.

Cada frase, cada palabra, cada coma, refleja el amor y la dedicación que el capitán de este barco tiene por la música. Es como si estuviera compartiendo un secreto, un tesoro que solo nosotros comprendemos.❤️

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