Es difícil para cada uno de nosotros elegir una canción favorita. Quizá tú, querido argonauta, tengas una, o, mejor aún, varias. Esta es una pequeña historia sobre una mujer y su canción favorita. Acompáñenme en esta nueva parada.
El hechizo de una melodía
El redoble inicial de la batería capta su atención al instante, tanto como para dejar de cortar la lechuga de la ensalada para el almuerzo; el bajo sincopado marca el ritmo; las guitarras eléctricas rítmicas entran a continuación, una tras la otra; luego, un acorde hipnótico del teclado, como presagiando un hechizo; finalmente, el riff distintivo de la guitarra eléctrica, una melodía que siempre la obliga a correr hacia el estéreo y aumentarle el volumen sin mesura, mientras en el camino grita con emoción y una sonrisa de felicidad insondable marcada en sus labios carnosos: “¡Ay, mi canción!” Una vez cumplido su objetivo de aumentar el volumen, se dispone de manera instintiva a menear su pequeño cuerpo en un vaivén de éxtasis con los brazos extendidos, simulando una feliz golondrina, danzando, casi levitando involuntariamente sobre el piso, a la par que un hombre canta como niño juguetón: “Show me, show me, show me, how you do that trick”. Cierra sus ojos, ladea su cabeza de un lado al otro dejando descansar en sus hombros entre cada movimiento las ondas de su cabello negro con rayitos rubios. Gira y gira sobre su eje por otros dos minutos y medio más. Una vez termina el hechizo auditivo, rezuma plenitud por cada poro. Se ha recargado. Así como corrió a subirle el volumen, también lo baja una vez termina. Regresa a su quehacer. “¡Ay, tan rico!”
Yo, su esposo, me regocijo más allá de las palabras al observarla reaccionar de esa manera. Amo verla volar mientras se sumerge en la melodía de la que es, aunque ella no lo haya manifestado con palabras, su canción favorita: Just Like Heaven de The Cure.
El punto de origen
¿No les ha sucedido, argonautas, que pueden llevar toda su vida oyendo una canción, pero en algún momento le prestaron la atención adecuada, sea por su música, o sea por su letra, y de ahí en adelante se ha convertido en una de sus canciones favoritas? Pues, no se pregunten el porqué, es la magia de la música. Recuerdo cuando esa canción hizo clic en mi esposa como antes no lo había hecho. Una noche realizábamos una sesión de escucha y vista de videos sólo de canciones de The Cure. Fue ahí cuando sus oídos se expandieron; fue ahí cuando no la oyó, la escuchó. Esa noche se alojó en su corazón para nunca volverlo a abandonar. Esa noche entró en esa lista de canciones que puedes escuchar una y mil veces, que cada vez que la pones por decisión propia o suena en aleatorio en una de tus listas tienes que detener lo que estás haciendo y, simplemente, volar junto con las ondas sonoras.
A partir de esa noche nos sumergimos más en The Cure, yo como melómano, ella como alguien que siente la música de otra manera, más allá de conocer las letras, los nombres de los artistas o de las canciones. Con Just Like Heaven ambos abrimos nuestros oídos hacia la banda. Ahora, ella se deja llevar y entra en un trance, no sólo con la canción en cuestión sino con muchas otras de las interpretadas por los británicos.
El hechizo en vivo
Cuando en mayo 2023 nos enteramos de que The Cure se presentaría en Bogotá el domingo 10 de diciembre de ese año, ambos sentenciamos que no podríamos perdérnoslo. En un principio se trataba de un festival, Primavera Sound, que se iba a llevar a cabo en el Parque Simón Bolívar. Dos hechos nos desanimaron en un principio: uno, al tratarse un festival al lado de otros 16 artistas, vaticinábamos que The Cure no podría brindar una de sus acostumbradas presentaciones de larga duración; dos, el más importante, el costo de la boleta era demasiado elevado, la economía familiar no nos permitiría darnos el gusto. Optamos por resignarnos a nuestro destino.
Sin embargo, para octubre, la corriente cambió de sentido. Los organizadores emitieron un comunicado anunciando novedades sobre el festival Primavera Sound, que ahora pasaba a llamarse Road to Primavera, cambiaba de recinto al Movistar Arena, y, mejor aún, The Cure se iba a presentar apenas con otras dos bandas como teloneras (una de ellas, de hecho, luego canceló por motivos de salud). Lo anterior dio como resultado que el valor de las entradas bajara de manera significativa. El universo conspiró a nuestro favor.
Al momento de comprarlas, dentro de mi agitación, me apresuré a comprar cuatro entradas. Di por sentado que habría, sin duda, alguna pareja de amigos que estuviera tan emocionada como nosotros para asistir. Nada más alejado de la realidad. Para resumir, al cabo de un tiempo un amigo nos compró una boleta y la otra resultamos vendiéndola a una revendedora el mismo día del evento por el 60 % del valor inicial. Lección aprendida.
El concierto resultó ser la experiencia que anticipábamos. Una banda tan precisa como un reloj suizo a lo largo de 28 canciones durante casi tres horas. La voz de Robert Smith, por entonces de 64 años, sonaba igual de atrapante, de afinada e inconfundible como hacía más de 40 años.
Mi esposa me había asegurado antes que con solo escuchar Just Like Heaven se sentiría complacida. Estaba equivocaba. Fue una golondrina feliz durante todo el concierto.
Yo, como buen fanático melómano, había buscado con anticipación la lista de canciones que la banda había interpretado en su paso previo por otros países de Latinoamérica. En ese sentido no había sorpresas: las mismas canciones en el mismo orden. En consecuencia, tenía la certeza de en qué momento la banda tocaría Just Like Heaven, por lo que preparé la cámara de mi celular para captar el momento inicial:
Como en un sueño
Llorar de alegría, dejar escapar un grito de euforia, sentir cómo se te pone la piel de gallina, levitar en éxtasis. Deseo que todos los que amamos la música vivamos estas sensaciones una y otra vez.
Bonus Track
Acá tienen un lista especial de La Bitácora de Argo dedicada a The Cure:
Gracias mi capitán por hacerme parte de este viaje, gracias por tenerme como tripulación y por escribir lo que yo nunca sabría expresar con tanta naturalidad y facilidad; aunque lo sienta exactamente igual a cómo lo expresaste, me llenó de emoción leerlo, pues es tan cierto que me sacaste las lágrimas de felicidad al saber que entiendes lo que yo siento y no sé cómo expresarlo. Te amo esposo mío y amo este gran viaje que emprendiste… es nuestro legado.
El poder de la música, melodias que penetran el cerebro para sacar ideas creativas, ritmos corporales involuntarios, inversiones duraderas, educación de idiomas ( aunque se cante en chibchonbiano), aprendizaje de culturas geográficas, sinapsis de canciones con momentos de vida, historias de amor convertidas en pasion y textos emocionales que generan sonrisas desde el alma al ser plasmados por un capitán que acepto el reto de timoniar su inspiración.
Que buena parada mano
Que lindo y dulce viaje al lado de quien se ama y es que hay canciones que tocan todas las fibras de nuestro ser, dónde el cerebro nos mete en un sueño maravilloso nos hace sonreír o llorar y terminada la canción quedamos cargados de adrenalina al volver a la realidad, fantástico mi Capi.