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Draco Rosa: nómada, loco, noctámbulo y soñador – Parte II (2014-2025)

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2014. Permanecí atento de manera periódica a la evolución de Draco en su segundo enfrentamiento contra el cáncer. Durante su primera lucha se sometió un trasplante autólogo de células madre que no funcionó. Para este segundo round se sometió a un segundo trasplante, esta vez de un donante externo, procedimiento cuyos beneficios se verían a largo plazo. Durante esa lucha, junto a su nutricionista, Nina Nielsen, escribió el libro El secreto de la vida sobre la dieta a base plantas que adoptó para acabar de derrotar a su enfermedad.

2018. Fue año de punto de quiebre. Ese mismo año Draco, dichoso, anunció en Instagram que estaba en remisión definitiva del cáncer, es decir, de manera oficial lo había vencido. También anunció que vendría a Colombia, únicamente a Bogotá y a Medellín, para promocionar Vagabundo 22, el lanzamiento en formato vinilo de su emblemático álbum después de veintidós años (con una carátula renovada, diseñada por Revel, uno de sus hijos). Draco guarda especial agradecimiento con el país, dado que Vagabundo no fue recibido de la manera esperada en su momento (ni por la misma disquera), pero en Colombia fue todo un éxito. Asimismo, anunciaba que en octubre lanzaría un nuevo álbum, anticipando que volvía a sus raíces rocanroleras.

Carátula de Vagabundo 22, por Revel Rosa

En este mismo año, yo abría mi cuenta en Spotify. Fue la oportunidad para ponerme al día con los trabajos de lanzó luego de Al natural, como con el álbum de duetos de 2013, Vida, el cual, dada su situación de salud, Draco llegó considerar que podría ser su último, uno de despedida.

Seguí poniéndome al día hacia atrás, como con esos amigos con lo que no nos hablamos hace tiempo: Amor Vincit Omnia (latín para «el amor lo vence todo»), de 2009, y Vino, de 2008, disco que en su momento él afirmó era el sucesor de Vagabundo.

Un Vagabundo en vivo

Septiembre 2, 2018. La visita de Draco a Medellín era la oportunidad de experimentar en vivo el álbum completo que había marcado mi vida. Mi cuerpo se sintió pequeño para la felicidad que me embargaba. Sin embargo, mi yo de fanático egoísta rogaba que fuera fiel a las versiones del disco.

Asistí con otros dos amigos al evento en el Teatro Pablo Tobón Uribe de Medellín. Logramos conseguir asientos en segunda fila. La asistencia no estuvo al cien por ciento, pero bastante aceptable.

Draco, con un sombrero fedora blanco de ala ancha, que disimulaba su rostro, contó casi con una orquesta en tarima, diez músicos, incluyéndolo a él. Como buen amante de la batería que soy, me deleité al percatarme que contaba con dos bateristas: al lado derecho, el virtuoso Toss Panos —que lo acompañaba desde hace años—, y, al lado izquierdo, una fémina de cuerpo menudo y un hermoso afro, el cual acotaba su desborde de ímpetu a la hora de tocar el set, me parecía familiar. No la identifiqué sino hasta tiempo después que investigué; se trataba de Andrea Álvarez, quien fue percusionista de Soda Stereo, fue uno de sus miembros no oficiales.

El concierto inició con un poderoso cover de «Seven Nation Army» de The White Stripes. (no, no inició con «Hablando de amor», el preludio con el que inicia Vagabundo), pero fue suficiente para imponer el ánimo con el que encaminaría el resto de la velada.

Continúo con una selección de temas de los discos a lo largo de su carrera. Uno de ellos fue «Pasión», de mis favoritos del álbum Frío y también de toda su discografía, interpretado con la misma intensidad que la versión del disco. Fue una grata sorpresa. Sentí un corrientazo que comenzó en la punta de los pies y llegó hasta mi coronilla, cada poro de mi piel se erizó hasta dejar escapar unas lágrimas.

Comparto el audio de «Pasión», no existen registros en vivo de la canción.

En algún momento, personas de filas anteriores a la nuestra, presas de la emoción, se comenzaron a agolpar delante de nosotros, más cerca a Draco. Bailaban, brincaban, gritaban. Nadie de la logística del teatro se inmutó en controlar tal intromisión. Fue algo molesto; pasamos de sentirnos en segunda fila a estar en la décima. Pero, ya qué, me seguí dejando llevar por la sacudida draconiana.

Pasaron unos cuatro temas y aún no interpretada nada de Vagabundo. A nuestra izquierda, un sujeto, con la insistencia y paciencia disminuida que dan unos tragos de alcohol, gritaba entre las pausas de las canciones: «¡Tocá pues Vagabundo!», al tiempo que se escuchaba murmullo de la gente tratando de callarlo. Soñaba despierto con que la gente del teatro lo expulsara, cual borracho fantoche de un bar. Fue incómodo; sin duda, para Draco también. «Por acá tenemos a alguien inconforme», expresó con su característico tono de voz sosegado. No dijo más y, por fortuna, el tipo chocante tampoco. Draco continuó como si nada.

Luego de otro par de canciones sonó la pista hablada de «Hablando de amor», la misma del disco, confirmación que ahora sí vendría Vagabundo. Al cabo de un minuto, comenzó a sonar la introducción de la guitarra distorsionada de «Madre tierra» hasta la descarga de baterías. Fue un golpe doble, más fuerte que aquella primera vez que la escuché en la versión del disco; piel de gallina, lágrimas en mis mejillas, éxtasis. Y así siguió, pista tras pista, en el mismo orden del disco, sin cambios en la melodía en la música. Era el cielo en la tierra.

«Brujería» en vivo. Draco Rosa. 2018

El concierto finalizó con un cover de una de las bandas favoritas de Draco, The Doors; la canción: «Road House Blues». Nos marchábamos levitando al mejor ritmo de rocanrol clásico.

Las sensaciones de ese concierto persisten hasta el día de hoy. No he asistido a muchos, pero sigue siendo el mejor mi vida.  Tantos corrientazos no han sido equiparados aún. Cierro los ojos y aún palpo el ambiente del momento. Mi único arrepentimiento es no haber grabado más extractos del concierto. Vi tanta gente grabando con sus celulares, así que di por sentado que el concierto terminaría en YouTube. Pero estaba equivocado, al sol de hoy no se encuentra nada. Es más, cavilaba cómo esa experiencia merecía quedar propiamente registrada en video profesional. Nada. En consecuencia, tuve que apelar a mis recuerdos para registrar todo esto que comparto con ustedes, queridos argonautas.

Octubre 26, 2018. Nuevo disco: Monte Sagrado, lanzado el 26 de octubre. Sentía mucha anticipación, pues Draco afirmó que dicho álbum nació de una nueva vitalidad desbordada incontrolable después de conocer que estaba libre del cáncer. Tenía listo otro disco con anticipación, pero optó por dejarlo en espera.

Un mes antes había estrenado el primer sencillo «2nite 2nite». Entonces realicé el ritual respectivo: cerrar los ojos y sentarme a escucharlo con audífonos. Ya podrán anticipar lo que sentí al escuchar esa canción; sí, sí, para no darle largas al asunto: piel de gallina, emoción, lágrimas… El resto del álbum evocó sensaciones similares. Terminé por concluir: lo que me une a Draco son vibraciones, frecuencias, energías. En definitiva: como draconiano, Monte Sagrado era el digno sucesor del Vagabundo (más que el álbum Vino).

Video «2nite 2nite». Draco Rosa. 2018

Febrero 15, 2025. Draco se presenta de nuevo con su gira Sueños Peligrosos en Medellín el Teatro Pablo Tobón Uribe, luego de casi siete años (también estuvo en Cali y Bogotá). En ese transcurso de tiempo publicó Monte Sagrado; de manera sorpresiva, se separó de su esposa después de más de 31 años; pandemia; publicó otro álbum en 2013, Soul Healing 1:11, muy diferente del resto de su discografía, uno introspectivo, que invita a la meditación; también, expandió su negocio cafetero en su finca en Puerto Rico; se volvió a enamorar… Es decir, como buena serpiente, mudó varias veces de piel.

Draco, irrepetible, en vivo

A diferencia del concierto anterior, la boletería se agotó toda. El teatro se veía sublime. Esta vez acudí con mi esposa, nos ubicamos en la tercera fila en el centro. Como ya es costumbre, mí yo prejuicioso insistía con su temor de presenciar versiones cambiadas de las canciones. Inició con «Llanto subterráneo», bastante similar a la versión en el disco Vagabundo. Continuó con canciones cuyos arreglos coqueteaban con los originales y creaciones nuevas. No obstante, mi yo prejuicioso quedó absorto, se daba cachetadas así mismo.

En esta ocasión todos los asistentes respetaron sus puestos, todos permanecimos sentados, todos escuchamos con atención, movíamos nuestras cabezas, tarareamos, cantábamos sonreíamos una y otra vez, mirábamos fijamente a Draco y a su banda (compuesta por miembros diferentes a los de la visita anterior). En algún momento, dos muchachas que estaban sentadas en la fila de adelante, al lado derecho, se pararon a bailar cuando comenzó a interpretar su versión, paradójicamente, bastante fiel a la original de «La negra Tomasa» de Caifanes. Era evidente que estaban alicoradas; dieron por sentado que al pararse con ese arrebato todo el resto del teatro lo haría. No. Miraron hacia atrás y una de ellas gritó: «¡¿Por qué no se paran?!», animando con sus brazos, al tanto que las personas que estaban sentadas detrás de ellas permanecieron sentadas sin protestar, pacientes. Nadie reaccionó al cabo de esa canción. Ellas se volvieron a sentar por el resto de la velada; se resignaron a vibrar en la misma frecuencia que el resto del público.

Estaba embelesado por la presencia de un Draco más delgado; emanaba una vibración diferente a la de hace 7 años. Lucía un gorro parecido a los de pescador, el cual cubría su rostro casi hasta la mitad; le daba una obra de misticismo. Con su banda parecía estar en una sesión de improvisación: miraba a cada miembro, le hacía señas con sus brazos y sus manos, arriba hacia y hacia abajo; les indicaba cuando subir cuando bajar la intensidad. Estaba ensimismado y nos transmitía esa energía. De manera intermitente dejaba escapar sus pasos de baile espontáneos, casi como los de aquel niño de 14 años que se unió a Menudo hace más de 40 años. Era tanta su pasión, que, al terminar una de las canciones, dio la espalda al público y, al parecer, empezó a reconvenir al baterista. Mi esposa no estaba de acuerdo con mi conclusión; sin embargo, el lenguaje corporal de Draco indicaba que estaba agitado, algo molesto. La verdad no notamos alguna falla en la banda como tal o alguna equivocación en cuanto alguna de las instrucciones improvisadas recibidas por el maestro de la orquesta draconiana.

Al terminar la siguiente canción, se dirigió hacia nosotros, el público, para dedicarnos unas palabras. Algunos dicen que uno no va a un concierto a escuchar hablar al cantante, pero nadie refunfuñó ante el poeta maldito, ese hombre curtido por los golpes y caricias de la vida. Había que escucharlo. Todos prestamos atención como si se tratara de una canción más. Manifestó, entre otras cosas, que estaba «muy feliz y agradecido con mis muchachos» —mientras los miraba todos—, que la música era una vibración; se palpaba una especie de disculpa por el por el incidente anterior, que tal vez, nadie más haya notado o, simplemente, haya sido producto de una percepción mía errada.

Un dato particular: no interpretó la guitarra. Ha afirmado en entrevistas que su capacidad de interpretarla ha sido diezmada por los trasplantes de médula que recibió como tratamiento contra el cáncer. Sin embargo, dice sentirse mejor, con la esperanza de poder retomarla

Como si se tratara de una banda de bar, entre canciones se escuchaban peticiones por parte de algunos espectadores. Las mismas muchachas alicoradas replicaban gritando: «Cante lo que quiera», a lo que se escuchaban susurros de apoyo incluyendo los nuestros.

Para el final de la velada, Draco brindó otro discurso, el cual término por abrir mi mente, como ya lo habían hecho su talante y las canciones anteriormente vividas (porque fueron eso: vividas, no escuchadas). En él, nos agradeció por darle esa oportunidad la oportunidad de hacer lo que se le diera la gana. «Yo he sido feliz al natural, y gracias a ustedes por permitirme hacerlo». Aseguró sentirse como un pintor al que le gustaba más pintar que exhibir sus obras, que le gustaba más estar en el estudio que crear música. Que tenía problemas con la repetición. Mi esposa, entonces, me dijo: «Él no es un cantante, es un artista».

Mentalmente le pedí perdón, así como en entre líneas lo hago en este escrito de dos partes. Antes no comprendía sus motivos, ahora son más que claros. Lo repito: Draco es una serpiente, cada vez que muda piel renace como un Draco diferente. Atrás quedó Robi, atrás quedó Draco el vagabundo, atrás quedó Draco, el de más y más, y lo subsiguientes. Sus fanáticos tenemos la fortuna de tener un sinfín de versiones representados en uno sola. Vendrán más versiones de Draco, estaré atento a su advenimiento.

Bonus track

Si llegaste hasta acá, luego de esta, la más larga parada hasta el momento, te lo agradezco, estimado argonauta. Que sea esta la oportunidad para lanzar el canal de YouTube de esta bitácora, con un resumen de la última presentación de Draco en Medellín. Como siempre, se les agradece cualquier muestra de amor o apreciación. Compartan este contenido con quien estimen lo pueda valorar.

Draco Rosa en vivo. Tour Sueños Peligrosos. 2025

Julio César Arias Gómez

Ver comentarios

  • Julio, ¡te quedó excelente la parada!
    Me enganchaste de principio a fin y me sentí como si hubiera estado sentado con vos en segunda fila (o décima, que para el caso es lo mismo). :)
    Sabés que la lectura no es lo mío, pero la facilidad que tenés para transmitir emociones a través del texto es de admirar.

    • Gabriel, valoro mucho tu comentario y apreciación, más cuando leer no es un hábito común tuyo; no sabés lo feliz que me hace. Las paradas en este viaje tratan de conexiones, me alegra mucho haberlo logrado con vos.

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