Sobre el nombre de la bitácora

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Desde que me decidí a embarcarme en esta aventura, una de las principales metas y preocupaciones fue hallarle el nombre. Cada día que pasaba sin lograr ese cometido se sentía como estar atascado en un lodazal. El objetivo, como con todo nombre, era encontrar uno que fuera atractivo desde la parte fonética, que tuviera ritmo, que simplemente, de entrada, sonara bien. Realicé muchas lluvias de ideas, pero ninguna me complacía. Opté por focalizarme en las letras y nombres de canciones de Gustavo Cerati (dios de la música para mí), tanto en su etapa con Soda Stereo como solista. Por ese lado surgieron opciones interesantes, que evocaban un sentido sonoro y también aludían a la creatividad y a la escritura, pero rápidamente fueron descartadas al ya encontrarse en uso en la web. Me topaba con un muro de nuevo.

Dejé que mi cabeza se despejara, y un día me desperté con la convicción de que no podía dejar que el no tener un nombre para mi blog fuera un obstáculo para continuar con el proyecto. Habiendo tomado esa decisión, me puse a la tarea de contratar el servicio de hosting donde alojaría mi blog. Con la ayuda del maestro moderno, YouTube, comencé todo el proceso. En uno de tantos pasos me solicitó poner el nombre del dominio para poder registrarlo. Otro muro, de nuevo. Por fortuna, este servicio de hosting tiene claro que no soy el primero en iniciar un proyecto sin tener claro el nombre, es decir, qué dominio tomar, por lo que brinda la alternativa de asignar un dominio temporal para poder avanzar en el proceso. Listo, ahí íbamos bien.

Luego instalé WordPress para, ahora sí, comenzar a darle vida al blog. Una vez comencé a crearlo, la aplicación me pidió de nuevo el nombre que le iba a asignar. Como idea temporal se me ocurrió poner La Bitácora de Julio César. Pensé que por ese lado podía tener algo. Consulté la opinión de mi esposa; sin embargo, con su gesto de desaprobación, supe que no era la mejor opción. “Bueno, continuemos con la creación”, me dije. “Que el blog sin nombre no sea un impedimento para avanzar. Configuremos el blog, aprendamos a punta de errores y aciertos, adentrémonos más en ese mundo desconocido.”

Mi mente, no obstante, se negaba a dejar tranquilo el asunto de conseguir un nombre. Entonces recurrí a la técnica básica, casi pueril, para encontrar nombres para proyectos: un acrónimo. El proyecto es mío, de Julio César Arias Gómez; por ahí podía comenzar. ¿JUCE? No. ¿JUCEAR? Mmm, tampoco. ¿JUCEARGO? No, pero me estaba acercando. Mis apellidos, sí, mis apellidos… ¿ARGO? Sí, tiene esa sonoridad. Podría ser ARGOS, un nombre bastante representativo en la mitología griega. Mi cerebro comenzó a cosquillear. ¿La Bitácora de Argos? Sí, ese era el nombre. Corrí a consultar la opinión de mi esposa. En esos segundos, mientras caminaba hacia ella, rogaba que lo que hizo click en mí también lo hiciera en ella. Esta vez su gesto fue de aprobación inmediata, asintiendo mientras arqueaba su boca. Sonreí.

Una vez mi esposa dio su visto bueno, me dispuse a investigar más sobre el término “Argos”. Entre las varias acepciones existentes, encontré una que captó mi atención: Argos fue un constructor de barcos, entre ellos el Argo o Argos, por él mismo bautizado. Este barco fue utilizado por Jasón para buscar el vellocino de oro junto con su tripulación, quienes se llamaban a sí mismos “argonautas”.

Mientras le mostraba este hallazgo a mi esposa, tuve la epifanía de dejarle mejor “Argo” que “Argos”. Argo se refería a un barco, y este blog es como un barco, del cual yo soy el capitán; mis lectores serán como mis argonautas, y juntos nos embarcaremos en una aventura para buscar el vellocino de oro. Asimismo, este blog es también una bitácora, un término cuya etimología yace en la jerga de los marineros y que, con el tiempo, se sintetizó para referirse al cuaderno donde una persona registra sus aconteceres diarios.

Fue un momento de éxtasis, de felicidad profunda —puede que solo yo lo entienda—. Unas lágrimas se escaparon mientras abrazaba a mi esposa. Todo iba encajando y tomaba sentido. Lo más importante: me encantaba el nombre (ahora lo amo).

Acto seguido, corrí a verificar que el dominio estuviera disponible. Fue entonces que me detuve a pensar: gramaticalmente debería ser La Bitácora del Argo (del barco Argo). Pero fonéticamente no me convenció, para alguien desprevenido podría sonar como La Bitácora del Largo. “De Argo” hacía más referencia intrínseca a mí, a ARias GÓmez, pero dejaba también ese subtexto referente a la mitología griega ya mencionado. Me gustaba esa ambigüedad.

Por fin, la tranquilidad y la alegría se consolidaron. El dominio estaba disponible. Así nacía extraoficialmente La Bitácora de Argo.

Ahora bien, queridos argonautas, también tuve claro, desde que elegí el nombre, el concepto del logo de esta bitácora, la cara que quería para este proyecto, pero sobre eso les contaré aquí.


Para conocer más sobre La Bitácora de Argo visita:

Sobre la creación de La Bitácora de Argo

Sobre el logo de La Bitácora de Argo

Sobre el capitán de La Bitácora de Argo

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